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Los Que Venden


Las 10 Vírgenes- Capítulo 8 de 12

El aceite es Jesús, y “los que venden”, también es Jesús. Pues sólo él se entrega a sí mismo. Nadie puede sacar de él. Solamente podemos poseer de él si él mismo se extiende hacia nosotros.

Lo puntual en esta frase es: venden. No es gratuito. Algo hay que pagar por ese aceite. Para que luz saliera de la lámpara gracias a ese aceite, se requería de una mecha para quemar. Para poseer aceite, también se requiere un pago.

Lo que sucedió durante una campaña evangelística del año 1917 en un lugar de los Estados Unidos, donde la predicadora era Aimee Semple McPherson, muy utilizada por Dios al principio de este siglo, habla del precio que se debe pagar.

El siguiente es el relato del suceso, descrito por ella misma:

“El Señor estuvo con nosotros desde el comienzo de la campaña. En los primeros días unos cincuenta y cuatro recibieron el bautismo, y el número se incrementaba diariamente hasta que pasadas dos semanas y media se podía decir con seguridad que más de cien recibían. Pecadores endurecidos lloraban su camino hasta el altar; muchos estaban sentados temblando de pies a cabeza bajo convicción, y pecadores que iban hacia el altar caían antes de llegar. A menudo era imposible predicar, el Espiritu Santo conducía la reunión; mensajes en lenguas e interpretación eran emitidos de muchos vasos vaciados; ondas de gloria y maravillosos cantos soplaban sobre la audiencia.

Una noche el Espíritu Santo desarrolló una actuación teatral , que mostraba a las diez vírgenes que salían primeras a recibir al Esposo. Ellas decían: —él demora su venida; descansemos.

Algunas argumentaron entonces que debían esperarlo despiertas, porque el que vendría, vendría rápidamente; pero finalmente todas se durmieron. De pronto, se oyó un fuerte clamor:

¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!

Entonces todas las vírgenes abrieron sus ojos y examinaron sus lámparas alarmadas. Las cinco hermanas que interpretaban a las cinco vírgenes prudentes danzaban de gozo por el aceite, pero las insensatas les rogaban a las prudentes que compartieran su aceite con ellas. Las prudentes les dijeron que era imposible, y enviaron a las insensatas a comprar aceite de él, quien tenía para vender.

Luego seguía una escena en la que las insensatas, luego de golpear en una puerta imaginaria, regatearon largamente sobre el precio del aceite; ellas querían pagar solamente un precio que no las incomodara, que no fuera un sacrificio; pero el hombre que vendía les pedía a todas que entregasen el cien por ciento en sacrificio antes de darles aceite. Al fin cerraron trato y volvieron, sólo para hallar que las prudentes habían sido alzadas para recibir al Señor; entonces cayeron al piso y se tiraban de los cabellos y lloraron fuertemente.

Esto fue seguido por un vibrante llamado a todos a rendirse completamente, a pagar el precio, a comprar el aceite ahora, pues el Esposo está a la puerta.

Este fue solamente uno de los muchos maravillosos mensajes que exceden cualquier descripción, que fueron dados en medio nuestro.”

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